Hace treinta años, cuando Luz Marina comenzaba a instalarse en Bogotá, un carro la golpeó. Con el choque, su embarazo de cinco meses tuvo que haber acabado. Los médicos le aconsejaron irse a su casa a esperar la expulsión del feto. Nunca sucedió. Nació a los seis meses, con algunas funciones vitales alteradas. Tuvo que ser mantenido vivo artificialmente. Para los médicos las secuelas eran demasiado importantes, el niño era muy frágil para mantenerse en vida. A Luz Marina le dieron quince días para reflexionar. Fue entonces cuando tuvo un sueño.
Una mujer desconocida se acercó para darle un consejo : había que llevarle una ofrenda al señor de Monserrate. Él decidiría el futuro del niño. A la mañana siguiente, Luz Marina subía para dejar en su cima un bebe en cera amarilla al lado del señor caído de Monserrate. Después fue al hospital a decir que podían desconectar a su hijo. Lo hicieron. Su hijo continuo respirando. Las dificultades comenzaron. A parte de su gran voluntad de vivir que le era propia, Fair Leonardo dependería en todo de su madre.
Sin embargo sus problemas físicos no le impidieron hacerse fuerte. Aún sin utilizar su mano izquierda y arrastrando un poco una de sus piernas, él ayudaba a todo su barrio en todo tipo de labor. La gente se acercaba a la casa para gritarle « gringoooo » por sus grandes ojos azules y se lo llevaba a trabajar. A Luz Marina le gustaba arreglarlo, escogerle su ropa, afeitarlo, peinarlo.
El 8 de enero del 2008, a sus veintiséis años, Luz Marina le ató los cordones por última vez. Después de una jornada sin saber de él, comenzó a buscarlo por todos lados : hospitales psiquiátricos, morgues, hasta el «Bronx» fueron escudriñados sin resultado. Repetidas veces fue a la fiscalía para dar parte de su desaparición, pero era difícil que la tomaran en serio.
Mucho más tarde recibió una llamada de la persona que se ocupaba de su caso. Tenía que venir rápido. En su oficina, escuchó una lista de nombres y apellidos. La persona le había pedido que reaccionara si conocía alguno. La leyó hasta el final y le dijo : « ¿No conoce a ninguno ? ». Luz Marina estaba en otro mundo. Sí, conocía uno : el primero. Era su hijo.
Para exhumar el cuerpo de su hijo tuvo que organizar un viaje a Santander como pudo, con su marido y su otro hijo. Los militares la esperaban para decirle que su hijo era un jefe de la guerrilla, muerto en combate el 12 de enero del 2008. En las fotos se podía ver que tenía un arma en su mano izquierda, la misma que no pudo mover en toda su vida…
Luz Marina no puede hacer el duelo. Ella siente que su hijo anda por allí.
Una vez se le apareció en sueños para mostrarle cómo había sucedido todo. La llevó en moto por un paisaje que le quedó grabado en su cabeza. Él estaba nervioso. En medio del viaje Luz Marina fue despertada por uno de sus nietos. Trató de volverse a dormir para seguir con el sueño, pero no lo logro. Mucho después, en un viaje organizado al sitio en el que su hijo había sido asesinado, reconoció ese camino que le había mostrado en sueños.
Otra vez, el día de su entierro en Bogotá, su hijo vino a abrazarla. Antes de caer en un profundo sueño sintió, una a una, las emociones que vivió su hijo antes de morir. La última fue la del pánico : su hijo sabía que lo iban a matar.
Estos encuentros se multiplican. Fair Leonardo, el niño que tenía que morir antes de haber nacido, no despareció por nada. Su madre siente que le dió una misión. Adonde vaya, su hijo la acompaña.
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